La salida no es por aquí

La Realidad podrá ser como quiera pero desde luego no se le puede achacar a la pobre señora que sea aburrida. Cada día, por muy insulso que parezca, es una oportunidad única para vivir momentos interesantes. Se puede decir que mis días son tristes pero desde luego ninguno aburrido.

Aunque mi trabajo sea insufrible me gusta llegar cuarenta minutos antes, no se, será que soy masoca o que me gusta que el poso de mi vida «normal» quede bien al fondo antes de ponerme a coger llamadas de gente que, básicamente, me grita. Como el vinagre de manzana. Mis penas al fondo y lo demás arriba luchando por dar sabor. Llego. Bajo a la quinta planta a tomarme un café en un área de descanso que parece el decorado de una serie americana que emitan por cable a las tres de la mañana. Un día en mi pequeña rutina: café de maquina y mirada al infinito. Entonces escucho una voz firme que dice:  «Soy millonario, tengo una finca en tal, una finca en cual..tengo millones. Muchos millones». Inciso: en mi trabajo de ahora uno no puede guiarse por las voces, detrás de la voz más sensible puede estar la más zorra de las zorras o detrás de una voz que inspira confianza está un cabrón engañaviejetes que te vende un adsl sin cobertura. Eso es asín. Continuo escuchando anonadada. ¿Un millonario¿ ¿de teleoperador?. «¿y por que estás aquiií?». Las hermanastras de Cenicienta, feas a rabiar, le seguían la bola. Del departamento de móviles tenían que ser. «Pues mira es que tengo dos hijos de veintytantos años y claro, no han trabajado nunca. Como nunca les ha hecho falta…». Claro claro, dicen ellas. Así que me he metido a trabajar aquí para demostrarles que hay que trabajar y esas cosas…». Chúpate esa.

Me doy la vuelta un poco noqueada, esperando encontrarme al hijo de Naty Abascal entre nuestras huestes y lo que me encuentro es a un señor gooooooooordo, mayor, con los pantalones caídos y deshilachados. El Duque de Sitel, el aristócrata de los call center era en realidad Ignatius J. Reilly.  ¡El enemigo estaba dentro! ¡Dios!. Vuelvo a mi puesto. Entre llamada y llamada reflexiono sobre lo que he escuchado pero a la cincuenta llamada se me olvida por completo y me centro en que debo pedirle al sindicato que la empresa cumpla con los PVO (pausas visuales obligatorias de cinco minutos). Las chicas del sindicato tienen horas sindicales para pedir mis pausas obligatorias a la empresa. Las chicas del sindicato, esas que dicen que en una huelga del 15M se pondrían a pegar tiros a los manifestantes (¡os lo juroooooo!) utilizan sus horas sindicales para ir de compras, recoger a sus niñas de la guarde y trabajar dos horas al día mientras los demás curramos el triple y cogemos sus llamadas. Esas chicas del sindicato. Planta quinta- ding-dong- al día siguiente estoy de espaldas. Rutina, café, ventana, posos que caen…y escucho entrando en la sala. «No, no, no te equivoques. Esa película es del todo incorrecta. Los hechos históricos están mal. Yo, como especialista que soy en la batalla de las Termópilas…» ¡Noooo! ¡era Ignatius! ¡el mismo! escucho que dice que ÉL es historiador del arte. Noooooo Ignatius, nooooo. Me levanto y me voy con una mezcla de sensaciones. Quiero darle un abrazo y ponerlo a dormir. Quiero que su cabeza deje de funcionar. Quiero que mis oídos dejen de escuchar. Quiero salir a la calle y gritar. En lugar de eso cojo llamadas.

Y os contesto.

La vida sigue. Los cafés de maquina se suceden en la planta quinta. La vida de Ignatius sí que es fascinante. Fue Curro, la mascota, en la Expo 92, fue el que aparcaba coches en el Empire State (¿el gorrilla del Empire Sate? solo a una mente MUY brillante se le ocurriría eso..), estuvo en Hong-Kong con una beca de prácticas, fue guionista en una peli de Zeffirelli… Y yo cogiendo llamadas. Sin tener mis pausas ni parar mear.

Un día me mancho el pantalón porque no me dejan salir al servicio ni para vaciarme la copa vaginal. Lloro. Otro salgo y vomito. Pero en la planta quinta está Ignatius, que está aquí porque quiere. Pasan los días. Me gustaría dejarlo pero si lo dejo ¿quien mantiene a mi familia?. Planta quinta. Área de descanso.Me doy bruscamente la vuelta y me choco con él. Me quedo petrificada. Me da una pena horrible su vida. Me da una pena horrible la mía. Me mira a los ojos y me dice:»La salida no es por ahí». Entonces yo me alejo de su barriga gigante y grotesca mientras le digo: «No. Eso seguro. La salida, no es por ahí».

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4 comentarios en “La salida no es por aquí”

  1. Tu trabajas con Ignatius y yo con Tywin Lanister, física y maléficamente igualito a él. No sé a quién de las dos compadezco más!
    Ahora en serio… ánimo! no nos queda otra que aguantar el tipo… e intentar no perder la cordura en el duro camino!

    1. Con Twyn?!! el enano? es mi favorito!! cuéntame, cuéntame más, por favor!! jajaja. Pues a mi Ignatius me cae hasta bien lo que me da es mucha pena. Y en cuanto al curre me quedan literalmente 3 días porque me he largado..no merece la pena ser infeliz. Lo mismo tengo que dar a mis hijos en adopción pero bueno, saldremos todos ganando..jajajaja. Me alegra verte por aquí Barbara. Un abrazo y gracias por tus comentarios que me alegran el blog!! besetes

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